lunes, 22 de noviembre de 2010

Idiota (3)

“Hacer 10 llamadas y que no te contesten… no es señal de desesperación… ¿o sí?” – Se preguntaba Anna cada minuto que pasaba. Tenía el celular en la mano y no podía dejar de mirarlo. Como si esperara que el celular cobrara vida de alguna forma y le dijera que todo iba a estar bien.

Eduardo seguía sin responderle o devolverle las llamadas que había hecho hasta ese momento, las había ignorado totalmente ese domingo en la mañana.

Anna empezó a maldecir en todas las lenguas que sabía, se puso furiosa, se levanto de su cama y tiro el celular, fue donde su equipaje y esta vez tomo su laptop.
“Quien demonios se cree ese imbécil para despreciarme así.” - dijo mientras prendía la maquina y se sentaba en el piso de su habitación – “Es un idiota... se repetía una y otra vez. Porque tiene que ilusionarme así… Me esta haciendo lo mismo otra vez” – refunfuño Anna recordando aquellas noches que llamaba a Eduardo, sin respuesta alguna, para saber la razón del porque él la había dejado.

Anna empezó a teclear su contraseña con tanta rabia que una de las teclas salió volando. La tomo del suelo y la empujo contra el teclado al revés. Siguió tecleando.
Empezó a ver el mejor precio para poder regresar a Punta Sal, no quería seguir ni un momento más ahí, se sentía avergonzada, humillada, una total idiota. No se dio cuenta pero en más de una ocasión una lágrima empezó a rodar por su mejilla.

Al cabo de unos minutos, Anna se paro del suelo botando todo lo que le impedía el paso, laptop incluida. Salto a su cama como si estuviese dando aquel clavado que la hizo ganar el concurso de natación el último año de colegio y fue en busca de su celular que iba en su segunda timbrada. Sin ver el nombre que la llamaba contesto de inmediato.

- “¿Aló?”
- “¿Anna?”
- “¿Grecia?”
- “Anna! ¿Como estas?”
- “…”
- “¿Anna? ¿Estás ahí?”
- “…”
- “Anna del Carpio… ¡Contéstame!”
- “Ehmmm… si, si aquí estoy… solo que no esperaba tu llamada.”
- "Uhmmm… cuanta alegría te da hablar con tu mejor amiga.”
- "Discúlpame Grecia, es que… no sabes… Eduardo me llamo.”
- "¿Qué? ¿Cuándo?”

Anna le contó todo lo que le había pasado ese día, todo lo que le había dicho Eduardo estaba fresco en su cabeza, por lo tanto no olvido ningún detalle.

- "¡Es un idiota! Y dices que ahora no te contesta.”
- "Si, lo odio, me odio… ahorita mismo me regreso a Punta Sal”
- "¿Estás segura?”
- "Más que nunca.”
- "Pero él no sabía que ibas a regresar.”
- "El no sabía que estaba de viaje.”Uhmmm… entonces si te vas.”
- "Si… te aviso cuando regrese… te quiero.”

Anna colgó. Se quedo pensando en lo tonta que había sido por enésima vez. Dio un par de pasos para recoger su laptop, que habia sido dejada de lado brutalmente. Se sentó nuevamente en el frió suelo de su habitación y siguió buscando un boleto para Punta Sal.


****
- "¿Eduardo?... ¿Eduardo?... Despierta… Te tienes que ir, ¡mis papas van a venir en cualquier minuto!”
- “…”
- "Eduardo ¡ya levántate! Si mis papas te ven así de borracho van a ir en busca de los tragos del bar y van a ver que no queda gota alguna. ¡Levántate carajo!” – dijo Diego desesperado mirando por la ventana de su habitación.

Diego Molina y Eduardo Massa eran mejores amigos desde que Diego se sentó en la misma carpeta que Eduardo en el colegio, cuando estos tenían 9 años. Eduardo había hablado con Diego porque se sentía muy mal por haber dejado a Anna. Este lo consoló y aconsejo a Eduardo que la llame. Eduardo lo hizo ese sábado en la noche.

Luego de ese par de horas que le tomo a Eduardo hablar nuevamente con Anna, Diego lo convenció para ir por un par de tragos en su casa aprovechando que los señores Molina no iban a llegar hasta al día siguiente.

- "Bien por ti Eduardo, ahora me imagino que regresaras con ella.”
- "Si es que ella quiere.”
- "Ay el amor… son huevadas. Por eso mejor me quedo soltero.”

Después de cuatro botellas de whisky, Eduardo le contó a Diego las razones por las que había terminado con Anna, que hasta ese momento ni a él se las había podido contar. Luego de hablar y tomar por dos horas más, ambos quedaron ebrios y dormidos en el sofá cama de la habitación de Diego.
Al despertar Eduardo, que sentía que lo había atropellado un tren, tomo su celular y vio, con asombro, las 9 llamadas perdidas de Anna.


- "9 llamadas perdidas…”
"¿Ah? ¿Qué hablas huevón?”
- "Es que tengo 9 llamadas perdidas de Anna. ¿Que habrá pasado?”
- "Wow brother, 9 llamadas perdidas, provecho.”
- "No jodas, seguro algo le paso… Mejor me voy, voy a llamarla.”
- "Si, mejor vete. Te llamo.”

****

Anna estaba a punto de dar el click de comprar cuando su celular sonó.
Esta vez tomo la laptop y la puso a un lado con paciencia, se levanto en busca de su celular como si no importara quien estuviese llamando.

- "¿Aló?”
- "¿Anna?”

Anna no supo que decir, se quedo callada por varios minutos mientras Eduardo llamaba por su nombre al otro lado del celular.
Dio unos pasos hacia donde había dejado su portátil y la cerró.

[Continuará]

sábado, 13 de noviembre de 2010

¿Por qué no contesta? (2)

Anna se había quedado dormida sin darse cuenta, sintió el vibrador de su celular, una y otra vez como el zumbido de una abeja, de esas que pasan por tu cabeza una y otra vez. Despertó molesta.
Miro su reloj y notó que solo habían pasado 40 minutos desde que llegó a su casa.
Se sorprendió, ya que sintió que había dormido horas.

Se levanto y fue en busca de su maleta, ahí estaba su celular. Se dirigió nuevamente a su cama, tomo aire y con gran decepción vio que el nombre que aparecía en la pequeña pantalla no era el nombre que ella quería ver. Se metió en un trance, en un conflicto con su yo interior, no sabía si llamar o no al número que ella quería ver en vez de ese otro que apareció, no sabía si es que presionar esas teclas le iba a hacer bien... o no.
Se obligó a si misma a buscar la excusa perfecta para hacerlo y tiro el celular a la cama...

****
Anna adora nadar, por eso el tema de viajar a Punta Sal no le pareció una mala idea cuando su mamá se lo planteó, el hecho de estar frente al sol y rodeada de agua resultaba ser un paraíso para ella. Conoció a mucha gente mientras anduvo por allá, siempre había poseído una gran facilidad para hablar con la gente. Entablo largas conversaciones con citadinos y extranjeros que andaban de paso por ahí. Intercambio correos y números más de una vez con muchos de ellos. Le encantaba imaginarse estar paseando por todos los lugares que estos conocían. Todos siempre tenían algo diferente y a veces fascinante que contar.
Pero tal vez lo que más le impresiono, por así decirlo, fue la conversación que tuvo con Pedro, el encargado del bar de su hotel. Anna fue por un trago un sábado en la tarde, vio a Pedro un poco mal, sentía el estrés y la consternación en él, no era la primera vez que le hablaba, así que no dudo en acercarse y ofrecerle ayuda.
Si había algo que Anna había aprendido en toda su vida, era a escuchar, y desde que lo aprendió se dedico a tratar de hacerlo con cualquiera, aunque cierta parte de ella era más curiosa que otra cosa.

Pedro se asusto cuando Anna se acerco, no sabía que alguien lo estaba mirando, estaba tan desolado que no le importo el hecho de estar hablando con una chica de 19 años.Después de un par de tragos y varias temas al azar, Pedro, necesitado de hablar con alguien, le contó lo que le estaba aquejando…

- "Anna tengo una inmensa pena … abandone a mi familia en Piura, mi esposa ha encontrado un mejor esposo y padre para mis hijos, no sabes como amo a mi esposa y a mis hijos" -suspiro con pena- …"pero nunca tuve la vocación de ser papá, el día que tome la decisión de irme y dejarlos era el cumpleaños del menor de mis hijos, un día como hoy hace 2 a;os".

El hombre siguió con su relato, comento que al no poder hacer nada se fue, prefirió que ese hombre pudiera hacer lo que él no pudo hacer con sus hijos, los amaba demasiado como para seguir arruinándoles la vida.

- “Debió ser muy triste dejarlos.”
- “Si.”
- “¿No los vas a extrañar?”
- “Yo sé que estarán bien.”

Anna lo miro, y no pudo evitar imaginar que el hombre con el que estaba hablando no era Pedro, aquel pobre y sacrificado barman piurano, sino Jaime, su traidor y cobarde padre.

Anna trato de animar al pobre Pedro, en ningún momento le menciono que ella pasaba por lo mismo y que odiaba a su padre por haberlas dejado a ella y a su hermana, no quería que pensara que lo mismo podría estar pasando con sus propios hijos.


Al llegar a su habitación Anna lloro desconsoladamente por horas. Se sintió tan sola, tan incomprendida por su madre, tan abandonada por sus hermanas. No sabía qué hacer.
Fue entonces cuando su celular empezó a sonar, al principio no quiso contestar pero el sonido era tan intermitente que no pudo hacer nada más que responder.



Tomo su celular y salio de su habitación, no podía seguir encerrada ahí.

- “Anna?”
- “¿Qué?, ¿Quien habla?...”
- “Anna soy yo... Edu.”
- “Edu?”
- “¿Estás bien?, te escucho como si estuvieses llorando.”
- “Ehmmm... no, no... Estoy bien, solo que me sorprendió que llamaras... (Silencio incomodo)... ¿porque me llamas?”
- “Quería saber cuándo podía verte.”
- “¿Qué? En serio, pero... pensé que no querías volver a verme.”
- “Ehmmm... sí, pero, creo que cambie de opinión.”
- “¿En serio?”
- “Siento mucho lo de tu papa, me entere.”
- “Ah sí claro, no importa.”
- “Mmm no quiero que estés mal si? Si necesitas algo yo estaré para ti.”


Anna y Eduardo hablaron por dos largas horas de aquel sábado en la noche. Recordaron viejos momentos, viejas anécdotas, bromas, besos, aquella vez que la mama de Anna casi los atrapa teniendo un muy acalorado beso en la sala de su casa, y así miles de cosas más. Anna volvió a recordar todo lo que sentía por Edu. No lo pudo evitar.
Cuando colgó, fue a la habitación de su mama y le contó que tenía problemas con la universidad, que iba a jalar, que la iban a botar de la universidad, que no había esperanza, que tenía que estar en Lima el domingo si o si.Su mama asintió, como si hubiese escuchado, y dejo que haga lo que quiera.


Anna estuvo en el aeropuerto ese sábado.



****
Anna se metió a la cama, se cubrió con su edredón rosa y teniendo todo eso en su cabeza, olvido que había sido Eduardo quien termino con ella sin razón alguna, olvido todo y marco su número.

Que mejor pretexto para llamarlo, que el haber dejado Punta Sal y regresar a Lima solo por él.

La voz de Pía empezó a sonar en su cabeza, palabras recriminándole el haberla dejado sola por un huevón, palabras que se hacían cada vez mas y mas hirientes durante las 9 primeras llamadas que Anna hizo y que Eduardo no contesto.


[Y sin embargo... lo quiere]

lunes, 1 de noviembre de 2010

Anna (1)


Eran las 7 a.m., Anna salía del aeropuerto Jorge Chavez dispuesta a tomar un taxi que la lleve a su casa.
Había pasado unas vacaciones familiares geniales. Su familia aun se había quedado hospedada en el Club hotel de Punta Sal, le había dicho a su madre que tenía que estar en Lima el domingo para resolver algunas cosas de la universidad.
Salió el sábado en la madrugada para poder llegar a tiempo.

Anna estaba a punto de desaprobar un curso que la había estado jodiendo todo el último ciclo, y cuando pensó que había aprobado se dio con la sorpresa de que solo le faltaba medio punto para aprobar, al menos eso fue lo que le dijo a su madre, a la muy fría señora Pilar.
Cuando Anna piso suelo limeño se lleno de un sentimiento extraño, aunque no tan extraño del todo. Sabía que significaba pero no quería pensar en eso, era algo que moría en su pecho, le dolía y por momentos no la dejaba respirar.
Mientras esperaba un taxi, pensó que el dolor provenía por el hecho de haber dejado a su familia allá, cuando se suponía que el viaje uniría mas a la familia después de la partida repentina de su padre, lo cual había afectado a todos, en especial a su hermana menor, Pía.

Pía de 14 años había permanecido en estado zombie desde que su padre se fue, ellos dos eran inseparables, uno no hacía nada sin que el otro no lo supiera, eran el ejemplo de un verdadero retrato padre e hija, eran más que eso, eran mejores amigos.
Pía no soporto que su padre se haya ido, no soporto que no le haya dicho ni mandado indirecta alguna de nada. Se sintió traicionada, abandonada, sin importancia, totalmente vacía, y por más que tratara no podía simplemente dejarlo pasar, así como su padre había hecho con ella.



Anna, mientras esperaba un taxi decente, empezó a recordar como caminaba en las noches por el club allá en Punta Sal, recordó cómo se veía el cielo, como le gustaba escuchar el sonido de las olas cuando chocaban, recordó toda esa paz que ahora ya no tenía. Empezó a extrañar la tranquilidad que le trajo el viaje.
Sintió que ese sentimiento no iba a regresar en mucho tiempo.
No sabía porque, pero sabía también que una conversación como la que había tenido con Pía unas noches antes de regresar no iba a volver a suceder.

La había visto a lo lejos, sentada frente al mar, al principio no estuvo segura por que antes de ir a caminar la había dejado en su habitación de hotel viendo una serie antigua por televisión. Cuando se acerco un poco mas pudo darse cuenta de que se trataba de ella, pudo reconocer en Pía una de las poleras que su papa le había comprado una navidad antes.

- “Pía, ¿qué haces aquí?”
- “…”
- “Pía, te estoy hablando.”
- “¿Que quieres?”
- “Respóndeme.”
- “Estoy sentada, ¿no ves?”
- “Si lo sé, pero son las 2 de la mañana, deberías estar dormida.”
- “¿Quien dice?”
- “Todos los dicen.”
- “No deberías creer en todo lo que dicen.”

Anna noto que los ojos de Pía estaban rojos, no le pregunto si había estado llorando, lo único que atino a hacer era sentarse a su lado, no cerca, tampoco muy lejos, sino una distancia prudente, respetando el espacio de Pía.
Estuvieron sin hablar por mas o menos 20 minutos, Anna se dio cuenta que era muy relajante estar sentada frente al mar. Pensó que tal vez por eso Pía se había quedado ahí casi toda la noche.


- “Pía, si necesitas hablar con alguien, sabes que puedes hablar conmigo.”
- “…”
- “Ya no hablas con nadie, no contestas las llamadas, ni entras a chatear, me preocupas.”
- “Move on.”
- “Pía basta, estas preocupando a mamá.”
- “Mamá tiene cosas de que preocuparse, dile que no se preocupe por mí.”
- “No te olvides que me preocupas también.”
- “A ti no te preocupa nada, tu solo piensas en ti.”
- “De que hablas Pía, sabes que te quiero, somos hermanas.”
- “Los lazos de sangre ya no importan.”

Anna no sabía que responder a eso. Sabía que Pía se refería a su padre.

- “Pía…” – Anna suspiró.
- “No te preocupes por mi Anna, ya se me pasara.”
- “Sabes…”
- “Que pasa.”
- “Hace tiempo no hablabas con nadie.”
- “¿Y?” – Pía hizo una mueca de fastidio.
- “Que bueno que lo hayas hecho conmigo.”

Pía se levanto tirando un poco de arena sobre Anna.

- “Me voy, ya me dio sueño, hasta más tarde.”
- “Duerme bien Pía.”


A la mañana siguiente, muy temprano, Anna encontró a Pía en la mesa tomando un té.
La saludo pero ella ni la miró. Se dio cuenta de que el hecho de que hayan hablado aquella madrugada fue solo cuestión de suerte. Después de todo Pía siempre fue una niña engreída y malcriada, siempre quería tener las cosas cuando las pedía. Siempre renegaba o jodía cuando algo no le salía a su manera.La reacción que tomo después que su padre se fue, no es tan mala después de todo, pensó Anna.

Cuando Anna llego a su casa después de haber estado 20 minutos parada en el paradero de taxis del aeropuerto, lo primero que hizo fue abrazar a su cama, se quedo ahí por varios minutos. Si había algo que le dolía cuando tenía que viajar era el hecho de tener que dormir en otra cama que no sea la suya.
[Continuará]


[Anna escucho esta canción una y otra vez en una de sus caminatas frente a la playa.]